Recuerdo con los ojos cerrados mis tiempos viriles y a través de imágenes eróticas a falta de mujer a mi lado pienso en la masturbación. Pongo mi mano en mi órgano, pero me detengo, la siento fría, me hace falta una mano tibia de una mano femenina. De joven, la masturbación no fue mi forma de desahogarme o de descargar el néctar de mi interior. Ya que fui iniciado de joven por mujeres maduras, quienes se encargaron de mí, me ‘mal acostumbraron’ a no masturbarme por mi cuenta. A qué viene este asunto, bueno les relato.

Un día después de una larga jornada de trabajo, llego a casa un poco cansado y al verme entre las cuatro paredes de mi departamento, me entra un sentimiento de soledad. Siento un vacío profundo, veo mi cama, intento acostarme y me detengo. A lo mejor el cansancio no sea lo que me mantiene en pie. Veo hacia fuera de la ventana, ya es noche. Una luna llena, al verla me hace sentir un hormigueo en mi intimidad. Me extraño, ya que desde hace tiempo no tengo pareja. ¿Qué me estará provocando eso? Sé que me hace falta tener sexo con alguien, Hay personas que dicen que el cansancio y el estrés son razones para evitar el sexo, yo no lo creo igual. Toqué mi órgano flácido de cinco pulgadas. Pienso eróticamente y me lo imagino erecto que bien pudiera medir… bueno la boca de quien le guste será la medida.

Paseaba nervioso por la habitación, sin saber que hacer y por un momento pensé en fumarme un cigarrillo estimulante, ya que a falta de una boca hambrienta y sedienta, mi órgano flácido, necesita el empuje y la chispa de la estimulación, esto debido a una impotencia de más de varios años.
La desesperación era muy grande, no sabía a qué atribuir ese hormigueo en mis testículos, a los lados de mi entrepierna. Era tal el nerviosismo que empecé a sudar y opté por desvestirme y meterme a la regadera para darme un baño de agua fría.

Abrí la regadera y dejé correr el agua, sentí agradable como caía el líquido sobre mi cuerpo y eso me calmó sobre manera. Salí del baño, Encendí el televisor. Antes de recostarse en la cama, prendí el cigarrillo mencionado y abrí una botella de vino Merlot, me serví una copa, al beber sentía la brisa del aire acondicionado, el cigarrillo y el vino me dieron tranquilidad del estado de ansiedad y nerviosismo que había tenido minutos antes.

Tomé el control remoto del televisor y al cambiar canales llego a uno de películas eróticas. Al momento de ver la película mis ojos no podían dar crédito, me veía yo en la tele, bueno a alguien parecido a mí. ¿Acaso estaba viendo alucinaciones por el efecto del cigarrillo y el vino? Me tallé los ojos, y me seguía viendo en la pantalla. Pero al ver lo que ‘yo hacía’ me dije, que buen actor soy.

Eso me animó más a ver que lo que el actor [yo] hacía con la mujer en su habitación. El [yo] se la acariciaba apasionadamente recorriendo con sus manos ese cuerpo, lleno de tentación. Cerré los ojos para disfrutar la escena en mi mente. Ya sabía lo que seguía. No había necesidad de ver la pantalla. Lo que estaba pasando en la película, era YO en la intimidad. Empecé a sudar de nuevo. Algo instintivo me hizo meter mi mano debajo del calzoncillo, sintiendo, para mi sorpresa como poco a poco mi pene se paraba, se endurecía, incluso mis testículos estaban más hinchados, a punto de estallar. Estaba llegando a tal grado de excitación. La escena de la tele ya la veía difusa. Pero advertía que el hombre [yo] había penetrado por atrás a la mujer y sus movimientos manifestaban el erotismo que imprimían los actores para cumplir con el papel encomendado y que, sin duda, provocaban el éxtasis y el clímax de excitación en quienes estuvieran viendo la película.

Seguí acariciando mi pene. Lo sentí como en los viejos tiempos, un miembro viril del cual se sentía orgulloso ya que rebasaba las 10 pulgadas y era grueso. A mi edad, pegándole a los 60 años, me sentía como un adolescente o mejor como un joven. Una masturbación para mí no tenía sentido, porque esa película excitante, invitaba al coito, a la entrega total con una mujer y esa era mi ilusión, mi ansiedad, mi necesidad desde hace mucho tiempo.

Seguí con mis ojos cerrados, los gemidos de la mujer en la película inundaron mi mente indicándome que yo era el que estaba con esa mujer intenté ver su rostro el cual estaba difuso, pero poco a poco empezó a verse más claro, hasta tenerlo frente a mí. Era una mujer morena. Traía un ‘baby doll’. Ya no abrí mis ojos, ella se prendió de mi cuello. Me besó, tomó mis hombros con sus manos, mordisqueó el lóbulo de cada una de mis orejas. Bajó a mi pecho llegando a mis pezones. Me los lamió. Jugó con los pocos vellos de mi pecho. Siguió besando cada poro de mi cuerpo. Sentí escalofríos. Me imagino ahora lo que una mujer siente cuando estoy con ella, La morenita hizo conmigo, exactamente lo que yo hago con una mujer en la intimidad.

La morenita suavemente con sus labios y sus manos recorrió todo mi torso, me volteó de espalda. Y recorrió con sus dedos, sus labios, sus manos por toda mi columna vertebral. Bajó con su lengua hasta mi ano. Me puso en cuatro y me saboreó con su lengua y con una mano jugó con mis testículos.

Humedeció sus dedos y me penetró con dos de ellos mientras que su boca atrapó mi pene. Se quedó un tiempo lamiendo mi órgano sin succionarlo. Sabía que si lo hacía reventaría en ella. Pero quería que aguantara más. No muchos hombres aceptan que una mujer les meta el dedo por atrás, o se utilice algún juguete. Ella succionaba mi pene, muy hábil, no se concentraba en chuparlo solamente, sino adorarlo. Cada momento que sentía que mi leche hervía, ella se detenía, lo masajeaba, mi líquido pre seminal goteaba y ella se deleitaba.

Se acomodó para besarme y compartir mi sabor en mi paladar apasionadamente y ambos disfrutamos el ósculo, donde nuestras lenguas frenéticas y salvajes se entrelazaban.

Empecé a jugar con sus pezones, los cuales se pusieron duros prácticamente devoré sus senos. Esas caricias arrancaban gemidos de placer. Bajé hasta su ombligo. La hice vibrar y la humedad llenaba de inmediato su clítoris. Seguí en la exploración de su intimidad hasta meterme entre sus piernas. Por un momento respiré hondamente, para disfrutar su aroma, su sudor, su humedad.

Acerqué mi boca y comencé a lamer despacio, suavemente hasta que logré tocar con mis labios y mis dedos su punto ‘G’ el botón del placer. Mi lengua entró con habilidad para saborear su intimidad provocando en ella una explosión. Una sacudida estremeció su cuerpo. Un potente orgasmo que lleno mi cara de sus flujos vaginales. Al reponerse buscó mi miembro y lo cogió con la mano. La suavidad de esa mano me estremeció y dejé hacer lo que ella quisiera.

Recorría mi pene con su lengua, sus labios, su mano, masajeaba mis testículos, tocó mi periné, y mi pene se erecta, me acomodo boca arriba y acomodando su vulva se sienta sobre mi pene para cabalgar a toda velocidad, mis testículos golpeaban sus glúteos. Ella gemía hasta que los dos llegamos a un clímax profundo derramando mi leche espumosa. Sus jugos vaginales se confundieron con mi semen.
Ella saco mi verga de su vagina y se metió entre mis piernas y empezó a lamer el semen que estaba escurriendo y succionaba mi pene para sacarle la leche que se había quedado dentro.

En mi mente la imagen de la televisión empezó a desvanecerse Y al abrir los ojos, miré hacia abajo y mis manos estaban entre mis piernas sujetando mi flácido pene. ¿Me faltó el cialis o la viagra? ¿Y la morenita? No estaba la morenita. Me encontraba completamente solo.
La televisión estaba encendida… Pero en la pantalla se exhibía otra película… Eran las 2 de la madrugada. Mi almohada y las sábanas húmedas, pegajosas de mi aroma, de mi sudor. Lo que si pude percibir de inmediato que tenía una completa tranquilidad y solo me dispuse a dormir.

¿Quieres ser mi morenita?

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